la chica de fuego
En una ciudad donde los autos van velozmente, donde las calles siempre están habitadas y pareciera que la vida no para, se encuentra un ser disconforme con su realidad. Mientras todos se mueven, permanece en su lugar, sin objetar o reclamar. Los días pasaban, las horas también, todos con apuro y sin detenerse a mirar, pero en su cabeza había mucho más.
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A paso lento las cosas se iban maquinando, en un contraste efusivo, que generaba distorsiones en aquella realidad. Con lentitud asentía y movía su pulgar, en símbolo de aprobación, pero con mucho temor. Un día en un espejo se miró, percibiendo en el reflejo un personaje sin igual; existía en aquel un parecido visual, pero del mismo se desprendían brillos que asemejaban a las chispas del fuego naciendo. Sorprendida e intrigada se acercó, pero la cara la asustó, en aquella figura tan idéntica, había una mirada distinta, desafiante, expectante… Rápidamente se alejó, diciéndose que aquello fue sólo un delirio de su mente.
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Temerosa pasó a los días siguientes, por enfrente a aquel espejo diferente. Su mente desde aquel entonces no había podido calmarse, parecía que el aire entraba con más fuerza a sus pulmones, que los sonidos eran más vivaces que los anteriores. Pero el miedo de esas sensaciones no hizo más que un efecto rebote. Evitó el contacto directo con el reflejo imperfecto, alejando su cabeza del deseo latente de ver lo diferente.
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Los días volvieron a la normalidad, la gente iba a su ritmo persistente, con ese hambre voraz de devorar al mundo fugaz. Otra vez en su cabeza las cosas iban despacio, no estaba calculando ni pensando, solo asintiendo y respirando. Parecía que la vida la consumía, los párpados deseosos por cerrarse, tan pesados que le preocupaba no volver a abrirlos. Pero como si hubiera sido un grito de auxilio lo decidió, se movió a paso desganado, arrastrando los pies y mordiéndose el labio, hasta llegar frente al dichoso… Una vez más vio aquel reflejo particular, había un dejo de cenizas a su al rededor.
Se encontraba inmóvil y sin expresión, lo detalló con cuidado: un pantalón ancho que le llegaba hasta más allá de los pies, de un tono de azul profundo, compenetrante. Más arriba se encontraba una remera ajustada, de un color bordó, tan oscuro que poca diferencia hacía con el negro. Siguió subiendo la mirada hasta que se encontró con aquella cara, se acercó un poco para poder detallarla y aquella mirada… Quedó simplemente hipnotizada.
Poco a poco las cenizas iban desapareciendo, dando lugar a chispas que sólo iban creciendo; velozmente empezó a parecer un incendio, pero lejos de estar asustada, gracias a aquella mirada se calmaba. El color azul pasó a ser tan eléctrico que parecía que brillaba, por otro lado la camiseta bordó desprendía un color tan vivaz que apenas y podía observarla. Y aquella mirada… desprendía color, intensidad y vida, la vida que tanto esperaba retomar.